jueves, 6 de octubre de 2011

Aprender a soltar

Si nos pusieramos a pensar en todas aquellas cosas que hemos hecho parte de nosotros y que de alguna u otra manera nos han acompañado a lo largo de nuestros días, nos daríamos cuenta de que tal vez es una larga lista que incluye no solo objetos, también personas y hasta sentimientos.
No es malo hacer que esas cosas sean parte de nosotros. Lo malo viene cuando esas cosas, personas o sentimientos ya han cumplido su ciclo a nuestro lado y nosotros nada más no las dejamos ir. Nos aferramos a todo eso como si fuera lo único y último en nuestra vida, cuando en realidad las cosas se acaban y se van para aprender de ellas y darle paso a cosas mejores. Todo cambio en nuestra vida debe ser positivo y para evolucionar no para estancarse.
Aferrarse a algo que ya cumplió su ciclo o su finalidad para con nosotros es como aferrarse a no tirar una manzana a medio morder. Tal vez pensemos que la manzana todavía está casi completa, pero ya está mordida; tuvimos hambre y por eso la mordimos y si no nos la terminamos fue porque ya estabamos satisfechos o no nos gustó y debemos desecherla, dejerla. Si la seguimos conservando esa manzana se pudrirá y todo lo que era dejará de ser. En cambio si la dejamos ir, puede ser usada como abono para la tierra y ayudará a cosas mejores, cumplirá con otras funciones, con otra misión. Y sólo entonces, nosotros podremos comer otra manzana que cumplirá con su función una vez más, alimentarnos.
Las cosas y las personas llegan por una razón en especial. Para enseñarnos, para ayudarnos, para que entendamos ciertas cosas de la vida, para compartir. Lo importante es valorar todo aquello que se nos presenta y sobre todo cuando ese ciclo haya acabado y lo tengamos que cerrar debemos aprender a soltar...