lunes, 29 de agosto de 2011

Corazón

La palabra "Corazón" es usada en nuestro día a día de tantas formas y en tantos contextos que me parece muy curiosa la manera en que puede adaptarse a ellos. Sabemos que el corazón es el órgano principal del sistema circulatorio, es el que bombea la sangre a través de todo nuestro cuerpo y que si un día deja de latir, estaremos pasando a mejor vida. Sin embargo, esta definición no es la única que hay en nuestro conocimiento acerca de esta palabra; la usamos para llamar de forma cariñosa a nuestros seres queridos, es el nombre de uno de los dedos de la mano y es símbolo de nuestros sentimientos y de todo lo relacionado con el amor (aunque en realidad todo eso del amor está más relacionado con el cerebro). El amor nace en el cerebro a través de un proceso bioquímico que se crea en nuestra corteza cerebral, en el sistema límbico para ser más exactos. Diversos estudios demuestran que la pasión intensa del enamoramiento dura aproximadamente siete meses, después se transforma y se procesa en otros circuitos del cerebro. Y a pesar de toda esta explicación científica acerca del amor y del corazón, aún si decimos cosas como: "siempre te llevaré en mi corazón"; cuando en realidad nos referimos a la mente o "me has roto el corazón" cuando en realidad los sentimientos de tristeza también se producen en el cerebro.
Para concluir diré que los procesos del cuerpo son tan complejos e interesantes y que cosas que parecen tan simples a primera vista, terminan siendo cuestiones relacionadas a la bioquimica más que a cualquier otra cosa. Pero, que sería de los poemas de amor sin esa palabra tan suave, tan intensa, tan súblime, la lirica no sería la misma sí para hablar de amor nos refirieramos al cerebro; yo por mi parte me quedo con ella para seguir hablando del amor y del desamor, de la tristeza y de la alegría, de la esperanza y la desolación y por lo pronto dejo un poema de Manuel Acuña que lleva por nombre Nocturno a Rosario. Simplemente exquisito...


¡Pues bien! yo necesito                                                              
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.
        II
Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no se ni dónde
se alzaba el porvenir.
        III
De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.
        IV
Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.
        V
A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Que quieres tu que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Que quieres tu que yo haga
con este corazón?
        VI
Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta alla a lo lejos
la puerta del hogar...
        VII
¡Que hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amandonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!
        VIII
¡Figúrate que hermosas
las horas de esa vida!
Que dulce y bello el viaje
por una tierra asi!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.
        IX
!Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vió nacer!
        X
Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adios por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!