En tu mirada me encontraba.
Los reflejos del amor en tus ojos destellaban y en una sincronía de corazones palpitantes nuestras almas se enredaban.
Pero llegó ese día, ese día en el que dejaste todo atrás.
Ese día en el que preferiste dejar de amar.
Y no era la razón la que por ti hablaba.
Eran tu miedo y orgullo la voz que yo escuchaba.
Entonces entendí que debíamos partir.
No era justo ya por ti morir.
Y tus ojos jamás se volvieron a abrir.
Se cerraron y no volvieron a ver por mi.
Y al final tu mirada se apagó junto con la llama de aquel amor.